EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



sábado, 14 de junio de 2008

EL GRANADA MÁS GRANADINO TAMPOCO



Casi setenta y cuatro años de historia dan para que podamos encontrar bastantes partidos del Granada C.F. dignos de ser recordados por merecer el calificativo de épicos y por lo que supusieron para el futuro más inmediato. El del 4 de abril de 1954, jornada 27 del calendario del grupo Sur de Segunda, en el campo del eterno rival, el C.D. Málaga, es de este tipo.

Faltando cuatro jornadas para el final se presentaba este partido “de infarto” (un seguidor malacitano falleció de un ataque al corazón) al que comparecían los nuestros tras haber perdido algo de chance en las jornadas anteriores. La visita a la capital vecina cuyo equipo andaba luchando por el ascenso iba a suponer el renacer rojiblanco en esta temporada 53-54 de bastantes altibajos, y la victoria del Granada con goles de Sueza y Rius volvió a meter al club en la lucha por el ascenso a falta de sólo tres jornadas. Éste de La Rosaleda es un partido a recordar por el resultado que se dio y por la emoción y el gran espectáculo que propiciaron los dos clubes, pero también porque en él se produjo un hecho que en la historia del Granada es señalado siempre como ejemplo del pundonor de aquel bravo futbolista que fue José Manuel González, el cual sufrió una fractura en un dedo del pie izquierdo nada más comenzar el choque pero lejos de amilanarse (además faltaban todavía bastantes años para que se admitieran los cambios en un partido oficial) aguantó todo el partido siendo uno de los más destacados.

La victoria, 1-2, en Málaga colocaba al Granada a dos puntos del líder (Las Palmas) y a uno de segundo (Hércules) y tercero (Málaga). Una semana más tarde los rojiblancos vapuleaban al Melilla en Los Cármenes (7-0) y dos semanas después endosaban un 4-0, también en Los Cármenes, al España de Tánger. Así que faltando sólo una jornada para el final se encontraban los nuestros en el tercer puesto de la tabla, a dos puntos del líder y empatados con segundo y cuarto. En esta temporada ascendían automáticamente los campeones de Segunda y la promoción consistía en liguilla a doble vuelta a disputar por los equipos segundo y tercero de cada uno de los dos grupos más los clasificados en los puestos trece y catorce de Primera; los dos primeros de esta liguilla jugarían en la máxima categoría al año siguiente.

Aquella plantilla granadinista de la 53-54 era de las más “granadinizadas” de su historia pues en ella figuraban hasta trece jugadores de la tierra y en el equipo titular de toda la temporada se alinearon seis canteranos: Vicente, Millán (después de su paso por el Coruña), Sueza, Guerrero, Cea y Rafa, más Requena, alternando titularidad y suplencia. Además había otros granadinos, si no de nacimiento sí de adopción, como Candi, en su segunda etapa como granadinista, y el ya citado González, retornado dos años antes a su casa después de su periplo por Málaga y R. Madrid. Eran también integrantes de aquella plantilla hombres como Piris, Padilla, Rius, Arsuaga y Amaro. En el banquillo empezó Manolo Ibáñez, sustituyéndole a mediados de ejercicio Adolfo Bracero. Este Granada de rayas horizontales (en las medias) se caracterizó por ser un equipo muy goleador (63 goles a favor en total, una media de más de dos goles por partido) que consiguió hasta diecisiete victorias de un calendario de treinta jornadas; pero en contrapartida sólo obtuvo un resultado de tablas en dos ocasiones, así que las once derrotas finales pesaron más de la cuenta.

Al final no se pudo alcanzar la clasificación para la liguilla porque en la última jornada en Badajoz, equipo de la zona media que nada se jugaba, los nuestros dieron la petardada al salir derrotados 4-1 (los que jugaron aquel partido fueron multados por la directiva) mientras que los rivales no fallaron: ascendió de forma directa el líder Las Palmas y jugaron liguilla Hércules (sin premio) y Málaga (que ascendió). Lo de dejar al forofismo local con la miel en los labios, como vemos, parece una pésima costumbre en la historia rojiblanca que ¡maldita sea! se prodiga demasiado. Sin derecho a nada, sólo al cabreo, quedó finalmente el Granada, en un desilusionante cuarto puesto. «Excesivo juego horizontal y falta de marcaje, los dos grandes errores del Granada en Badajoz»; este titular de prensa viene a decir suavemente que el equipo jugó muy mal.

En esta historia no hay “fuerzas ocultas” que en la sombra conspiren contra el Granada. No se puede culpar a un arbitraje parcial ni a intereses poco claros que perjudicaran a los nuestros. Como causa del frustrante resultado final sólo cabe pensar en la incapacidad propia y en algo tan tópicamente granadino como es la malafollá en aquel Granada de tanta representación autóctona. Sea como sea, lo que cuenta es que, una vez más, en el último suspiro nos quedamos con dos palmos de narices.

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