EL ONCE FANTASMA

Pedro Escartín bautizó al Granada CF (el Recreativo Granada) con el apodo de "Once Fantasma" cuando este club era un recién llegado a la competición pero ya andaba codeándose con equipos de solera y aspiraba a lo máximo.
En este libro se narran las vicisitudes por las que atravesó el Recreativo en sus cinco primeros años de existencia y también se recogen los sucedidos ciudadanos más impactantes de aquella época revuelta que fue la de la II República.
En la foto de cabecera se ve al Recreativo que se enfrentó al Gimnástico de Valencia en el campo madrileño de El Parral, 21 de febrero de 1934. De pie: Sosa, Tomé, Calderón, Luque, Itarte, Carrera, Victorio y Tabales; agachados: Gomar, Morales y Herranz.
Para adquirir un ejemplar firmado y dedicado por el autor (20 €), dirigirse a
jlramostorres@gmail.com


Historia del Granada CF



viernes, 4 de julio de 2008

1989 EL TROFEO DE LA FRANJA. EL GRANADA DE JOSÉ ENRIQUE DÍAZ


Las “cosillas” de Murado afortunadamente salvaron la temporada más infumable y tormentosa que un servidor recuerda. Ni antes ni después se puede encontrar en toda la historia del Granada CF un ejercicio tan infame. En los anales rojiblancos siempre se ha destacado como nefasta la 51-52, en la que el club al concluir la temporada oficialmente había descendido a tercera, pero no hay que olvidar que aquel descenso vino como consecuencia de una programada reestructuración de la segunda categoría que de dos grupos pasaría a uno solo, por lo que el descenso afectaba a la mitad de sus componentes; menos mal que esa primera decisión fue posteriormente anulada y continuó la Segunda División durante bastantes años más con dos grupos y así no tuvo el Granada que descender a tercera. Por otra parte, no hace falta referir, puesto que está todavía muy reciente, el descenso administrativo de 2002, que fue por deudas después de una temporada, si no buena, por lo menos tolerable. Pero lo de la 88-89 fue horrible desde cualquier punto de vista. El Granada ocupó casi desde el principio hasta el final puestos de descenso y para recordar algo parecido al pésimo fútbol que se vio habría que haberse remontado a los años de la República, cuando el club estaba recién fundado y venía escalando desde los niveles más bajos del fútbol español.

Pero, después de haber sufrido como nunca, en el verano de 1989 un clima de bonanza pareció venir a consolar nuestras tribulaciones hinchísticas. Con Murado (y su bolsillo) como mecenas y como presidente “in péctore” (ocupando el cargo de vicepresidente de Alfonso Suárez pero llevando de facto las riendas del club) hemos conseguido dejar en un segundo plano las preocupaciones crematísticas que tanto han marcado la historia rojiblanca, sobre todo en los años más recientes. Y además parece que las cosas han empezado a hacerse bien por primera vez en mucho tiempo, y así desde junio se está trabajando en la confección de una plantilla y de un cuerpo técnico de garantías.

Por otra parte, el trofeo agosteño, que andaba de capa caída en sus últimas ediciones, vuelve en ésta, la XVII, a tener un cartel de más enjundia. Junto a los rojiblancos tendremos al Danubio de Montevideo y, una vez más, al CD Málaga.

El primer partido, disputado el 23 de agosto de 1989, enfrentó a los “eternos” rivales Granada y Málaga. La presencia del Málaga era parte del pago de la operación de traspaso la temporada anterior de Ignacio. Se presentaba como equipo de primera, categoría a la que había accedido dos temporadas atrás con Kubala en el banquillo, justo cuando el Granada descendió a 2ª B. En la temporada terminada unos meses antes había quedado decimosexto (de veinte), consiguiendo eludir la promoción (resucitada por un Cádiz de influencias federativas) y conservar la división de honor no sin ciertos apuros, motivados por un calendario que en las últimas jornadas le había enfrentado a Madrid y Barcelona. Con Antonio Benítez en el banquillo, la alineación malaguista fue: Jaro, Chano (Esteban 63’), Ruiz, Villa, Álvarez, Antonio, Matosas, Paquito, “Gallego” González, Lauridsen (Azuaga 59’) y Ángelo. La plantilla era prácticamente la misma de la temporada anterior, en la que sobresalían hombres como Jaro, portero que al año siguiente fichará por el R. Madrid, Lauridsen, internacional danés, el veterano defensa Ruiz, muchos años titular en el At. Madrid, el también defensa veterano y futuro granadinista Antonio Álvarez, el centrocampista Esteban Vigo, internacional hacía varios años, y el ex granadinista goleador Paquito. Sufría la importante baja de Juanito, que se había retirado, y como casi única novedad presentaba al ariete argentino “Gallego” González, que venía con vitola de goleador pero que resultó un completo fracaso y no llegó a cumplir su contrato. Era la sexta vez que los vecinos comparecían en el trofeo. En la temporada a punto de empezar no le fueron bien las cosas, acabando decimoséptimo clasificado y teniendo que jugarse el todo por el todo en la promoción frente al Español. El partido de vuelta se jugó en La Rosaleda y tras una dramática tanda de penaltis en la que por dos veces los malaguistas desperdiciaron sendas ocasiones de decidir, los sucesivos fallos desde los once metros finalmente condenaron al Málaga a segunda división. Con esa fatídica tanda de penaltis quedaba levantada acta de los últimos y definitivos momentos de un histórico en la máxima categoría. Era la cuarta vez que tras jugar el trofeo granadino como primerdivisionista, al concluir la temporada había perdido tal condición. De esta forma y tras cuatro años de sequía volvía la leyenda negra del Trofeo a mostrar su fea cara.



El resultado del primer envite del trofeo 1989 fue de Granada 0 Málaga 0. Los Cármenes registró una entrada cercana a los diez mil espectadores en noche muy calurosa. Según la crónica que firma Nicasio García en Ideal, se pudo ver a un Granada que causó una bastante buena impresión, muy serio, trabajador y bien posicionado, basando su juego en la presión sobre la salida contraria y maniatando así a los hombres de la línea de creación malaguista hasta el punto de no dejarlos maniobrar, en especial el danés Lauridsen, que hubo de ser sustituido. Aunque no hubo goles fue un partido entretenido, sobre todo en su primera mitad.

La alineación granadinista fue: Torrano; Julio (Kike 87’), José Manuel, Mediavilla, Osa; Píriz, Cristóbal (Víctor 67’), Andrés (Choya 81’); Pardina (Rosa 67’), Merayo y Miguel Ángel. Como se observa, de la horripilante temporada anterior había muy pocos de los quince que jugaron, y los nuevos fichajes eran abundantes. Y es que nada más terminar la 88-89 Murado había cerrado la contratación del nuevo técnico, el sevillano José Enrique Díaz, que acababa de completar una magnífica temporada en Segunda B con el debutante Sanluqueño. Este técnico, gran conocedor de la categoría y de lo que necesitaba el equipo, se trajo a un buen número de futbolistas, muchos de ellos muy poco conocidos del común de los aficionados, pero que darían buen rendimiento. Como destacados señala la crónica especialmente a Cristóbal, director del juego rojiblanco, al central Mediavilla y al guardameta Torrano.

El segundo partido del certamen enfrentó al Málaga con el Danubio de Montevideo. Como suele ser norma en este partido intermedio la entrada fue muy pobre (aproximadamente tres mil espectadores) a pesar de que se podía presumir una mayor presencia por el cartel de los contendientes. El fútbol uruguayo, que cuenta con dos títulos mundiales, está dominado por dos clubes que lo ganan prácticamente todo, Peñarol y Nacional. Tras ellos hay otros clubes menos conocidos que son los que consiguen hacerse con los títulos cuando fallan los dos anteriores, como el Defensor, y últimamente también el Danubio. Justamente un año antes de su presencia en Granada, en 1988, había conseguido “la Franja” (así conocido por su uniforme de camiseta blanca con franja diagonal negra) hacerse con su primer título de liga uruguaya (ya en 2004 y 2007 conseguiría dos nuevos campeonatos). Además, en la última Copa Libertadores, de 1989, había conseguido llegar hasta semifinales. Ya no estaba su jugador estrella, Rubén Sosa, que tres años antes había sido fichado por el Zaragoza para después triunfar en el fútbol italiano, pero traía prácticamente el mismo equipo que un año antes le había hecho ganar su primer campeonato, entre los que sobresalían tres internacionales: Gustavo Dalto, Éber Moas, y Edgar Borges.

El Málaga introdujo numerosos cambios con respecto al equipo del partido anterior. Jugaron: Ignacio, Chano, Clemente, Añón (Lauridsen 31’), Ruiz, Gil, Matosas (Jaime 31’), Merino (Villa 46’), ”Gallego” González (José Luis 55’), Azuaga y Esteban. Y por el Danubio, que entrenaba Ildo Maneiro: Baleato, Daniel Sánchez, Kanapkis, Da Luz, Osvaldo, Baldenegro, Juan Gómez, (Vidal 87’), Moas, Rodríguez (Sergio Pérez 73’), Borges y Dalto (Richard 73’). Vencieron los uruguayos por 2-1 a base de imponer su mayor calidad y su juego de toque corto típicamente sudamericano. En general se vio un partido bueno. El 1-0 para los uruguayos lo consiguió al filo del descanso Dalto de gran disparo desde fuera del área. El segundo para los franjinegros lo consiguió antes del cuarto de hora de la continuación, nuevamente Dalto, tras fallo de Ruiz. Faltando diez minutos acortaría distancias para los malacitanos José Luis.

Y como plato fuerte del certamen, así entendido por los doce mil aficionados que asistieron aquel 25 de agosto de 1989, el partido de los nuestros frente a los uruguayos. El Granada jugó con: Antoñito; Julio, José Manuel, Mediavilla, Kike (Víctor 73’); Pardina (Andrés 38’), Píriz, Cristóbal, Rosa (Osa 46’); Merayo y Herrera (Miguel Ángel 46’). Y el Danubio repitió alineación. En las gradas se pudo ver a Montero Castillo, que no hacía mucho había sido puesto en libertad después de pasarse varios meses encarcelado por un asunto poco claro. La crónica de Ideal, que firma Nicasio García, culpa al trencilla Márquez Navarro de gran protagonismo en la derrota rojiblanca (0-2) por la que el trofeo en su XVII edición voló hasta el Estuario del Plata. Y es que -siempre según la crónica de Ideal- dio el árbitro validez al primer tanto uruguayo, de Dalto, pese a que la jugada partió de una clara posición de fuera de juego. Esto ocurría a la media hora de partido y siete minutos después llegaba el segundo y definitivo tanto visitante, un golazo obra de Moas con gran control a centro lateral y remate inapelable. Previamente y cuando todavía era el resultado de empate a cero había el colegiado señalado un penalti muy discutible en contra del Granada que lanzado por Dalto detuvo Antoñito. Además, acabó de cargarse el partido cuando al filo del descanso expulsó a José Manuel por protestar. Y para redondear una pésima actuación ignoró un claro penalti a Pardina ya en la segunda mitad. A pesar de todo, el cuadro uruguayo fue justo vencedor del trofeo pues fue, sin duda alguna, el mejor de los tres contendientes. El Granada volvió a exhibir lo apuntado en el primer choque frente al Málaga: un equipo disciplinado que basaba su juego en la presión en el centro del campo; y a esa línea pertenecían los más destacados: Cristóbal (el mejor en los dos partidos) dirigiendo el juego rojiblanco y Píriz vaciándose y apuntando buenas maneras.



El trofeo 1989 acabó yéndose a Uruguay, pero la impresión general de los dos partidos de los rojiblancos era que se había logrado conjuntar a un equipo luchador, sin figuras pero con lo más necesario para la categoría de Segunda B: hombres experimentados y muy trabajadores y disciplinados junto a jóvenes que apuntaban buenas maneras. El lunar lo aportaba la falta de pegada ya que en los dos partidos no se había conseguido ni un solo gol, aunque oportunidades no faltaron. Además, uno de los delanteros incorporados, Miguel Ángel, no estaba claro que pudiera actuar como rojiblanco porque su anterior equipo, el Marbella, lo reclamaba como jugador propio. Casi fichado estuvo un delantero, granadino de Bogarre, que jugaba en el Villarreal (muy lejos estaban por entonces los amarillos de sus últimos éxitos), Adriano, pero no hubo acuerdo económico a última hora. Por eso las esperanzas estaban depositadas en la recuperación de Gilberto Navarro, que no había podido actuar en el trofeo por estar lesionado desde los primeros compases de la pretemporada.

En noviembre dimite Suárez y se abre la correspondiente campaña para la elección de nuevo presidente. Y ya en enero de 1990, dado que no se ha presentado otro candidato, lo que venía sucediendo de facto se convierte en oficial al ser proclamado José Antonio Murado como nuevo presidente del Granada.

En lo deportivo la temporada, si no se puede decir que fuera buena del todo, sí que fue ilusionante, por lo menos en sus dos terceras partes. Lo apuntado en el trofeo veraniego se confirmó en la liga y así pudimos ver a un Granada casi siempre en los puestos altos de la clasificación. En el último tercio del campeonato se estropeó lo que podía haber sido una magnífica temporada, cuando el Albacete de Floro puso tierra por medio.

Es característico de esta temporada la pérdida de puntos en los últimos minutos de muchos partidos y la falta de un delantero goleador. Gilberto, que venía jugando muy bien y haciendo goles con cierta facilidad se lesionó de gravedad en el ecuador de la liga y no se pudo volver a contar con él. El fichaje de Miguel Ángel Colmenarejo (Miguel Ángel II, puesto que ya contábamos con otro del mismo nombre) no pudo solucionar nada porque su incorporación se produjo ya en la jornada veintiocho.

Hasta la jornada veinticinco el sueño de dar el salto a la categoría de plata fue muy posible. La jornada veinticinco marca un antes y un después en aquel campeonato. Muchos aficionados actuales del Granada recordarán aquel graderío del campo del Albacete bastante coloreado por el rojiblanco de los varios cientos de seguidores granadinistas que vieron cómo aquella tarde se desvanecía gran parte del sueño con la derrota (2-1) que nos trajimos de la ciudad manchega. Lamentablemente por entonces no se había inventado todavía la liguilla a disputar por los cuatro primeros de cada grupo de 2ª B y el triunfo del Albacete de Benito Floro, que en dos temporadas se metió en máxima categoría y que era el germen del que pocos años después sería conocido como “el Queso Mecánico” (séptimo clasificado en su debut primerdivisionista), supuso abrir ya una brecha demasiado importante pues por entonces sólo los campeones de cada grupo tenían premio. Lo que quedaba de liga sobró para los rojiblancos. Desde este partido en adelante se puede hablar de una bajada de brazos de los nuestros, que hasta la jornada treinta y cinco no volvieron a anotarse una nueva victoria, acabando la temporada en el quinto puesto del grupo III de 2ª B.

Como mera anécdota hay que reseñar que a la jornada siguiente a la visita a Albacete, después de catorce años volvieron a Los Cármenes las cámaras de televisión. Canal Sur, inaugurado menos de un año antes, televisó en directo el partido Granada-Jaén. Hasta hace poco ha tenido un servidor entre sus reliquias futboleras la cinta de aquel partido en el que se le podía reconocer, cosa nada difícil pues apenas seríamos unos cincuenta hinchas los que en la grada de la General del viejo estadio sufrimos aquel pésimo encuentro saldado con empate a uno gracias a que el trencilla, a poco del final, sacó fuera del área una falta a favor de los visitantes que claramente había sido dentro. El varapalo de la derrota en Albacete unido al poco cartel del visitante (que estuvo toda la liga en puestos de descenso y acabó cayendo a Tercera) y unido a una tarde ventosa y muy desapacible, hicieron que en Los Cármenes se diera la entrada más floja que servidor recuerde en un partido de los rojiblancos.

Murado no era precisamente un hombre paciente, y a pesar de que en marzo José Enrique Díaz declaraba a la prensa que el presidente le había dicho que sería el míster para el año siguiente «aunque se juntara el cielo con la tierra», sólo dos meses después, en mayo, antes incluso de estar finiquitada la temporada, despidió al sevillano y lo sustituyó por el segundo, José Luis Garre. José Enrique Díaz pleiteó contra el club sin resultado. De esta forma acababa la estancia granadina de un buen entrenador que siempre dio muestras de solvencia y de conocer muy bien lo que se traía entre manos. A pesar de que fue a salir de mala manera dejó buen recuerdo de su paso por nuestra tierra. Quién sabe lo que podría haber dado de sí si hubiera habido paciencia con él o si por entonces se hubiera implantado ya el sistema de liguilla para dirimir los ascensos.

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